Cuando se apaga la chispa…
Sólo dame un razón, sólo un poco es suficiente, sólo un segundo, no estamos rotos, sólo retorcidos. Y podemos aprender a amarnos de nuevo, está en la estrellas, está escrito en las cicatrices de nuestros corazones. No estamos rotos, sólo retorcidos, y podemos aprender a amarnos de nuevo.
Esto es lo que nos cantaba Pink en su poderoso “Just give me a reason”. Y es que a veces las razones sobran, y otras tantas escasean, y escuecen las preguntas sin respuesta. Cuando pensamos que una pareja ha roto, nos viene a la cabeza una infidelidad o una distancia repentina. Y no, muchas veces es incluso más sencillo: se acaba el amor. Se agota, se evapora, y la sed nos quema en la garganta. El amor se acaba, contra todo pronóstico, y no es algo que podamos elegir es, por mucho que nos joda, algo que pasa.
Ojalá, ojalá pudiera controlar mis sentimientos, ojalá pudiera quererte con todas las ganas con las que te pienso. Ojalá pudiera corresponder a esos ojos tan bonitos, esa mente maravillosa. Ojalá encontrara una razón por la cual comprenda qué está mal, qué puedo cambiar para volver a ese enero de labios fríos y besos calientes. No sé qué ha pasado, no sé qué hemos hecho mal.
Desde luego, es lo último que pensé cuando te conocí. Cuando empiezas una relación pensando que se va a acabar, tú mismo la condenas al mayor de los fracasos. Y yo, yo quería que fueras mi gran victoria. Pero mi amor, el amor, simplemente, se acaba. Porque a la teoría la desmota la rutina, el día a día. Cuántas preguntas han paseado por mi mente. Pienso… ¿Esto es todo? No es que no te quiera, tampoco quiero llamarlo cariño, es algo más, son… dudas. Un mar de dudas que nos ahoga entre indecisiones e incertidumbres. Porque sabemos que falla algo. Pero no sabemos qué.
¿No volveré a besar a nadie nunca más?
Lo sé. Nadie tiene la respuesta si no la tengo yo, porque nadie me conoce mejor. Aunque tu comprendas cada uno de los pensamientos que se esconden entre mi ceño fruncido. Aunque sepas en qué parte de mi cuerpo las cosquillas duelen y los besos queman. Aunque tú sepas tanto. Dime, cuándo se apagó la chispa. Ese sentimiento indescriptible que me aseguraba que, pasara lo que pasara, contigo todo iría bien. Que no necesitaba nada más, a nadie más. Que no tenía que hacer planes porque junto a ti, darse a la improvisación era el presagio de un gran día. Pero, cuando se acaba el amor, mi amor, cuando todo eso falta, simplemente se sabe.
Podemos dejarlo atrás, enfrentarnos a ese sentimiento de vacío los lunes sin tus buenos días y los domingos sin mis buenas noches. No darnos una nueva oportunidad, ni reavivar las llamas, eso sólo huele ceniza. O podemos darnos un nuevo comienzo, de esos que huelen a café caliente por la mañana. Esos comienzos de finales felices en los cuentos, podemos empezar por un y vivieron felices para siempre. Podemos hartarnos de perdices. Porque, mi amor, el amor se acaba. Contra todo pronóstico, pero también puede empezar, allí donde lo dejamos, con ese continuará y sus puntos suspensivos.
Digamos también, que cuando Pink escribió esas letras, estaba a punto de divorciarse de su pareja. Pero llegó un momento en el que se necesitaban mutuamente, y en su soledad, empezaron a valorarse de otra forma. Y, de repente, prendió la chispa. Porque si algo quiero que tengas claro, es que hay que agotar todas las cerillas antes de darse por vencido.
Y si no funciona, pues lo hemos intentado.
No estamos rotos, sólo retorcidos, y podemos aprender a amarnos de nuevo.