Voy a ser mamá
¿Pensando en ser padres en algún momento de vuestra vida? ¿Madre soltera? ¿Padre soltero? ¡Da igual! Está fenomenal, pero debes saber muchas cosas antes de sumergirte en este enorme mundo de la paternidad/maternidad, porque no sé si alguna vez te han dicho que no es tan bonito como lo pintan. Y así es, tiene sus complicaciones, y no son pocas. Ser madre es algo maravilloso, eso nadie lo duda. Todo comienza cuando te haces el test de embarazo y da positivo. Esa alegría que te entra por dentro es indescriptible y, claro, lo primero que haces es decírselo a tu pareja ya sean las dos de la tarde o las cuatro de la mañana.
Como madre te sientes de repente diferente, te acabas de enterar que llevas vida dentro de ti. Bonito, ¿verdad? Lo es, hasta que empiezas a sentir los efectos del embarazo (¡ojo! cada mujer es un mundo y tiene unos efectos diferentes, unos se llevan mejor que otros). Por ejemplo, las famosas nauseas. Unas se alegran de tenerlas porque oye, eso significa que están embarazadas y son felices teniéndolas, otras (como yo) odiamos las malditas náuseas y los malditos mareos. ¿Que por qué sólo te ha pasado a ti de tu familia? ¡Pues a saber! Y nadie a tu al rededor te entiende, piensan que exageras. ¡Ojalá! ¡No hay nada peor que sentirse así todo el día! Hasta que descubres tu salvación, las pastillas anti nauseas, ¡un monumento habría que hacer a la persona que las inventó!
Todo continúa a la perfección, la tripita va creciendo y deseas (por primera vez en tu vida) notar como vas echando tripa, porque significa que tu bebé está creciendo fuerte y sano. Y por fin, después de que te pregunten y te pongan la mano mil veces, llega esa primera patadita, ¿o es un gas? Tras meses recibiéndolas a diario, sabes que aquello no fue un gas y conoces hasta cómo son los dedos de los pies de tu hijo.
Pero, aunque es bonito, a veces también es muy molesto, por eso no sabes si reír o llorar cuando el listo de tu marido te suelta la frasecita: “¡Que envidia me dais las madres, qué bonito tiene que ser eso de llevar vida dentro!”. Y yo no puedo evitar pensar “¡te lo paso cuando quieras! ¡Todo tuyo papi!”. Y después de las náuseas, de ponerte gorda como el muñeco de michelín, de tener los pies más hinchados que los de Frodo, y de estar más agotada que Falete corriendo una maratón llega el día: ¡vas a tener a tu bebe en brazos!
Te puede pasar que vas al hospital para una pequeña revisión y te acabas quedando. ¡Así que en esas fechas no hagas muchos planes! Y sí, allí estas tú, muerta de miedo y pensando en la maldita la hora en la que decidiste lanzarte a ser madre, porque no pensaste que la que iba a estar abierta de piernas y sudando más que King Africa bailando break dance, ibas a ser tú. Y de repente allí lo tienes, en tus brazos, que no sabes si has parido un bebé o una berenjena de lo morado que está. Una hora después de todo el jaleo de médicos, camilla, se te olvida todo, estás con tu bebé, lo más bonito de este mundo. Además se porta bien, come, duerme, ¡un bebé maravilloso! Pero cuidado, es un espejismo te dice el pediatra, en casa no va a ser igual. Y tu pensando, ¡qué va! mi bebé es ejemplar, se va a portar tan bien. ¡MENTIRA! Llegas a casa y todo es un caos, no sabes ni por dónde empezar.
En fin, podría seguir horas y horas hablando de la maternidad, pero da la casualidad de que mi hijo está llorando. Si te has sentido identificada con alguna de estas frases sabrás que ser madre es como un diamante, bonito, pero duro, lo uno compensa lo otro y no lo cambiaría por nada en el mundo.
Fdo. Carmen Figueroa