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SECCIÓN: CONFESIONES DE UNA TREINTAÑERA.
Cuando tenía dieciséis años, estuve absolutamente convencida de que estaba enamorada de Carlos, el camarero de un antro al que íbamos a beber los sábados porque el portero no miraba la foto del DNI, y todas entrábamos con el de la hermana de una amiga, que ya tenía dieciocho. A saber cuántos DNIs me aprendí yo por aquella época.

El caso es que se me declaró por Tuenti el tío cutre y con eso a mí me valía, porque su sonrisa me obnubilaba y porque por entonces era una enamorada del amor y me pareció aceptable. Se lío con otra en la pared oscura de una petit discoteca y a mí me rompió el corazón. No sería mi primera decepción amorosa, pero para lo breve que fue, aún me recuerdo llorando a lágrima viva en la ducha, el agua cayendo sobre mis hombros, la mano apoyada en la pared en plan por qué mundo cruel por qué yo, Alex Ubago sonando desgarrador en mi Nokia Xpressmusic, que se deslizaba hacia arriba y que tenía el noventa por ciento de la población.

 Ay, las decepciones amorosas. Cómo duelen y cómo curten. Cuando estás superando una ruptura sentimental y ves a las parejas haciéndose arrumacos en el autobús y tú solo quieres tirarlos en marcha. Cuando ves una película romántica y le gritas a la televisión que esa historia no te la crees ni tú. Cuando te preguntas si puedes volver a creer en el amor después de que te hayas enterado de que este le fue infiel a su pareja y, ay, se le veía muy buen chico, siempre saludaba, como cuando preguntan a las señoras en la tele. Sí, se pasa mal, y si no que se lo pregunten a Chenoa, que su video en chándal en el portal de su casa lo tenemos todos grabado a fuego en la memoria.

Hoy he ido en el metro junto a una chica que le contaba a su amiga que su novia le había dejado sin explicación, y lloraba, y se le empañan las gafas, y su amiga la abrazaba y yo tuve que contenerme para no abrazarlas a las dos. Pero si algo bueno se saca de todo esto, es que de un desengaño amoroso no te mueres. Al revés, con el tiempo confirmas que era lo mejor y que gracias mundo por abrirme los ojos. De los desengaños amorosos se sale como Shakira, más buena, más dura, más level.

Hoy escribo está reflexión para ti, chica del metro, para quien esté leyendo al otro lado de la pantalla. De mí, que tardé en olvidar más que Sabina en sus 19 días y 500 noches, para ti, que te vas a levantar, que vas a brillar de nuevo, que te vas a comer el mundo y unas cuantas bocas, ya lo verás.

Todos tenemos que vivir una decepción amorosa para no tener miedo a enfrentarnos a otra si la vida nos pone en ese lugar. Y si tienes pareja y está última frase te ha hecho pensar, vuelve a leer el texto.

Un comentario en «CAPÍTULO 25: De una ruptura no te mueres»

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