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En la vida hay dos maneras no tener vida privada:

  1. Ser famosa
  2. Vivir en una residencia de estudiantes

Si sois afortunados de poder nombrar el número dos, sabéis a lo que me refiero. Y con no tener vida privada no me refiero a que conozcan cómo se llama tu padre. NO. Saben el segundo apellido de tu tía abuela y cuántos lunares tiene en la espalda.

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Lo primero, todas y cada una de las personas que viven en la residencia estarán informadas a todo momento de tu vida amorosa. No importa que el chico o la chica sea de la clase de al lado, de la universidad de derecho, del pueblo de tu prima, o que lo hayas conocido hace tres años en una excursión a los Alpes. Lo saben, no trates de ocultarlo. Saben qué tal estáis, si lo habéis dejado, si cumplís un año o si él está rayado porque hace dos días se encontró con su ex. Pueden hacerse los locos y preguntarte qué tal te va, pero ya lo saben. Después está el nivel avanzado, que es cuando estás con alguien de la propia residencia. En ese momento no tienes vida de pareja, tienes vida de grupo. Sin tener en cuenta los comentarios y los chistes a tu costa, luego llegan… LOS RUMORES. Mantener una relación con alguien de la residencia está considerado deporte de riesgo, cada día tienes que enfrentarte a tropecientos rumores que ha oído en los servicios, en el comedor, que no tienen ningún tipo de sentido y tú misma te preguntas quién tiene tanta imaginación para que se le ocurra algo así. Pero la tienen. Y aún peor, hay gente que se lo cree.

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Después están los apodos. Puede que no bebas y un día te cojas la borrachera de tu vida. Pues bien, serás “la borracha” del grupo por siempre jamás. Puede que un día estés enferma y vomites en el comedor, pues bien serás “la potadora”. Puede que te guardes el boli de tu compañera sin querer, serás “la cleptómana”. Y así gran cantidad de motes que se me ocurren. Y puede que llegue alguien nuevo a la residencia que aún no conozca dónde está el gimnasio o el comedor, pero sabrá que a aquella chica de allí le llaman “la potadora” (es el apodo que más me gusta, la verdad) y por muy simpática que seas con él, a escondidas, te llamará así.

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El sectismo también es propio de las residencias. Existe una sensación de superioridad-amor de grupo-orgullo residencial que es complicado de entender si nunca has vivido en una residencia. Pero ellos volverán solos a sus pisos, y tu seguro que te encuentras a alguien que comparte el mismo camino. Y además te echarás unas risas. Recuerdo que en mi residencia había gente que no conocía aún a sus compañeros de clase, que les saludaban en las fiestas y no los conocían. Me parto. Cómo somos.

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¿Qué problema tiene la residencia? Lo mismo que la ventaja: la gente. Que tienes un día malo y no te apetece hablar con nadie, pues ya eres “la borde” (adjuntamos en tema apodos), porque tienes que sonreír y saludar a las doscientas personas que te encuentres de tu habitación a la salida. Porque otro día no, pero los días en los que estás triste todos se ponen de acuerdo y te encuentras a media residencia dando paseos por los pasillos. ¿Qué más? No te apetece vestirte para bajar a comer, ten tú las fuerzas de bajar con la bata de terciopelo rosa del Pato Donald que te regaló tu abuela, con esas zapatillas de conejo y con el moño. Sin tener en cuenta esa cara de resaca.

Lo que está claro es que las residencias tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Sin hablar de las novatadas. Si vives en ella o has vivido, permítete un minuto nostálgico por todas esas anécdotas que tienes para contar a tus nietos, todos esos buenos momentos que compartiste con tantas personas. Porque yo sé que se está muy bien en tu pisito, pero lo que vives en una residencia no te lo quita ni el sofá con la manta que te está esperando en el salón.

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0 comentarios en «Residencia de estudiantes. Si lo has vivido, no necesitas palabras gancho en el título.»
  1. jaja me ha encantado, me he reído un montón y también me ha emocionado muchísimo al venirme todos los recuerdos de estos dos años que llevo de residencia. Muy cierto todo. 🙂

  2. A mi lo de la bata me valió una nominación a premios de película «Desayuno con diamantes»; no digo más… jajaja! Pero sigo siendo igual de genuina y haciendo lo q me da la real gana

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